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El negocio de lo invisible: el secreto de las hermanas Fox
Muy a menudo me preguntan, y supongo que a todos los mentalistas sobre nuestra opinión en torno a tarotistas, videntes, mediums y toda clase de adivinos. Ahora, con Anne Germain en la cresta de la ola psíquica, también muchas gente, bien por mail a través de aquí o en persona me pregunta si es cierto todo aquello. Si hay trampa o cartón en lo que ocurre en ese plató, al que famosos y desconocidos acuden a ponerse en contacto con familiares que ya pasaron al otro lado del velo del más allá.
No es algo que tenga una respuesta sencilla, ni que deba contestarse con un simple sí o no, aunque en esencia y en la práctica, una de esas afirmaciones sea la correcta.
Comenzaré esta serie de artículos, titulados ´El negocio de lo invisible´ hablando del espiritismo, y como la mayor fuente de lucro sobrenatural de los siglos XIX y XX comenzó, como dijo otro, de la forma más sencilla en que puede empezar una historia.
Empieza con una casa.
EL SECRETO DE LAS HERMANAS FOX
Es un pequeño pueblo de Nueva York, Hydesville. El día, 31 de marzo. Estamos en 1848. Edgar Alan Poe presenta Eureka, Max y Engels publican ´El capital´ y el mundo comienza a iluminarse con luz de gas.
La casa es un edificio de madera, una pequeña casa de pueblo habitada por una sencilla familia: los Fox. En ella viven hoy la señora Margarett Fox, ama de casa de educación puritana, su marido John y seis de sus siete hijos. Entre ellos, Leah, de 34 años, Margaretta, de 14 y Catherine, de 12.
Esa noche, las dos pequeñasdespertaron a sus padres, asegurando que oían extraños ruidos en la sala principal de la casa. John, deseoso de protegerlas, las acompañó. Efectivamente, se oían extraños ruidos y crujidos. Diferentes y mayores a los de cualquier otra noche. La pequeña Maggie, quizá víctima del miedo, quiso desafiar a la misteriosa presencia que producía estos ruidos. ´¡Eh, señor Pezuña Hendida – dijo, refiriéndose al demonio -, haga usted como yo!´, mientras crujía sus dedos una serie de veces. Tras un silencio que pareció congelar el tiempo, la presencia respondió con el mismo número de golpes.
Habían establecido el primer contacto espiritista de la historia.
Días más tarde, la señora Fox firmaría en una declaración jurada que la presencia supo contestar correctamente, a base de golpes y crujidos, la edad exacta de las tres hijas que bajaron con ella y su marido a aquella sala. De esto a establecer un sistema de comunicación alfabético hubo solo un paso. Poco a poco, cada noche, la casa de los Fox era visitada por cada vez más gente, a quienes Leah cobraba apropiadamente una ´modesta´ entrada.
Durante cuarenta años, las dos pequeñas Fox pasearon sus habilidades sobrenaturales por el mundo. Amasaron una importante fortuna y mostraron el fenómeno a celebridades, políticos y científicos, ninguno de los cuales pudo sino afirmar que lo que sucedía era totalmente inexplicable. Un misterio sobrenatural que acaparó portadas de diarios y semanarios y puso en marcha toda un movimiento mágico y filosófico dedicado a la comunicación con el Más Allá.
Y de pronto, en 1888, las dos hermanas supervivientes, Margaretta y Catherine, hicieron una confesión al mundo: todo nació como una inocente broma que no se atrevieron a parar a tiempo. Habiendo perfeccionado desde niñas la habilidad de chasquear las articulaciones de sus pies, emplearon esos sonidos para avivar la credulidad de una sociedad en plena búsqueda de lo espiritual. El romanticismo fue el caldo de cultivo perfecto para que creciera el engaño de las hermanas Fox. Arrepentidas, quisieron pararlo, pero ya era tarde.
Había nacido el espiritismo. El negocio de lo invisible más rentable de los últimos ciento cincuenta años.