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¡5 formas de apagar el juez interior! – Suelta el lastre de tu creatividad

En anteriores entradas os he hablado de cómo implementar diversas técnicas para disparar tu creatividad. En todas ellas nos he hablado de lo que (para mí) es el principal lastre de cualquier proceso creativo. De la imaginación: el juez interior.

El juez interior es esa vocecilla que suena dentro de ti cuando sientes miedo o vergüenza al realizar algo. Es lo que escuchan los actores cuando ruedan (‘este papel es ridículo, todos se van a reír’) o los cómicos al salir a escena (‘este chiste es ridículo, nadie se va a reír’). Pero no pienses que solo nos pasa a los artistas. Hace un par de años actué en Madrid para Mitsubishi Motors en una reunión en un parador nacional. Yo intervenía tras la charla de uno de los altos directivos. Este experimentado alto cargo me confesó antes de salir que odiaba estos eventos porque sentía pánico de hablar en público. Porque pensaba que todo lo que iba a decir era ridículo.

 

La juez interior: cuidado que lleva una espada.

Esto lo pensaba la persona de mayor cargo de todos los presentes, cuya función era presentar informes de venta: cifras y gráficos. Alguien que cierra tratos millonarios con directivos de otras multinacionales con un apretón de manos y que tiene a su cargo cientos de trabajadores. Pero en su interior una infausto duende la susurraba: ‘vas a hacer el ridículo, Paco’.

Pero no te agobies: todos sentimos y escuchamos esa voz. Es exactamente igual que el miedo: un mecanismo colocado en tu cabeza para que puedas sobrevivir. Sin embargo, ese mecanismo no sabe que ya no vives en la sabana. Así que aunque no puedas evitar oírlo, sí puedes aprender a dejar de escucharlo.

Pero te aseguro que la práctica y el entrenamiento acaban dejando prácticamente muda a esa bestia. ¡Veamos cinco maneras!

1) Visualiza: aprende a imaginarte a ti mismo realizando la tarea a la que vas a enfrentarte. ¡Esto es básicamente un ejercicio de autohipnosis! Reproduce en tu mente el espacio donde va a realizarse la tarea y dale vida a los detalles. Antes de una actuación siempre pido al contratante imágenes del lugar donde se desarrollará. Piensa en la ropa que llevas, los sonidos que hay, las luces, quién te está mirando… Cuantos más detalles mejor. Cuando Mohammad Ali ganó su primer título de los pesos pesados con tan solo veintidós años, un periodista le preguntó que por qué se encontraba tan tranquilo en lugar de extático. Su respuesta fue asombrosa: ‘porque ya he ganado este combate un millón de veces en mi imaginación‘.

No se trata de nada místico: las mismas neuronas que se activan durante una tarea se activan también cuando dicha actividad se imagina intensamente. De esta forma, el estrés emocional de enfrentarte a dicha tarea se reduce poderosamente. El ensayo mental no es nada nuevo: se aplica de manera sistematizada en deportistas de élite desde los años 60, época en que los entrenadores soviéticos comienzan a implementarlo. En los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980 se realiza un experimento asombroso que reveló un inesperado resultado: los deportistas con menor tiempo de entrenamiento físico y mayor tiempo de entrenamiento mental obtuvieron mayores mejoras en sus marcas. ¡A imaginar!

2) Busca actividades nuevas: a menudo acostumbramos demasiado a nuestra mente a discurrir siempre por los mismos derroteros. Nos centramos en emplear siempre las mismas herramientas porque son las que nos funcionan… hasta el día que no lo hacen. Siempre cuento que aprendí a respirar como actor en clase de artes marciales y que aprendí a relajarme para dar patadas en clase de teatro. Cualquier cambio de actividad o aprendizaje nuevo va a provocar que tu imaginación y recursos mentales discurran por nuevos y mejores derroteros. Si te da miedo hablar en público y no logras eliminarlo, tal vez sea un buen momento para ir a clase de tango. Aprenderás a respirar, mejorarás tu propiocepción y te acostumbrarás a que te miren realizando una tarea nueva en la que no eres competente. Y de pronto descubrirás que si fallas… ¡no importa! Lo que nos lleva al siguiente punto.

3) Acepta el fallo: fallar y equivocarse no solo son algo humano. También son inevitables. El maestro de magos Juan Tamariz dijo en una ocasión en una conferencia para ilusionistas que quien no ha fallado en un juego de magia o miente o no ha actuado. Así que cuanto antes asumas que va a suceder, mejor para ti y tus niveles de estrés. Y aquí no dejes que los gurús del pensamiento positivo te capten para su secta: fallar ni es emocionante, ni divertido ni la mejor forma de aprender. Es una auténtica mierda que a todos nos fastidia. Pero como va a ocurrir sí o sí, atiende a la noticia: generalmente, cuando alguien se equivoca NADA explota. Y sí, sé que una interpretación desastrosa en un proceso de ‘casting’ va a conducir al ‘ya te llamaremos’. Pero la próxima vez que lo escuches, atiende a lo demás: ni tu corazón se para ni el teatro estalla en llamas. Nada explota cuando fallas.

4) Examina el fallo: y no. Fallar no es la mejor forma de aprender. La mejor forma de aprender es aprendiendo y esto suele pasar acertando. Pero también es cierto que fallar nos permite algo que acertar no: examinar qué ha pasado y qué es lo que ha provocado el efecto negativo. Y con esto, ten cuidado. Porque a menudo los fallos que creemos tener no lo son tanto o no son completamente culpa nuestra. Examina, apunta y reconoce solo aquello que realmente sea culpa tuya. Es decir: modifica aquello que sí está en tu mano modificar. Recuerdo cuando trabaja en captación de fondos las quejas de muchos captadores trabajando en calle: ‘es que la gente está de lunes’ o ‘es que hoy llueve’.

Pues tengo una mala noticia: o desarrollas poderes climáticos o va a seguir lloviendo. Que caiga agua de los cielos es algo que no vas a poder alterar. Sí vas a poder ser previsor, averiguar en qué puntos de la ciudad hay soportales o pedir permisos para trabajar en centros comerciales. El aprender a examinar los fallos nos permite una cosa muy sencilla y eficaz: aliviaremos el estrés que nos provoca la idea de fallar.

 

‘Practica todos los días. Todo el día.’

5) Practica todos los días, todo el día: esta frase de Antonio Banderas en la película ‘Desperado’ siempre me ha encantado. No porque crea que para ser excelente en una actividad debas enfocar todo tu ser en dicha tarea (algo altamente discutible) sino porque como dice Miyamoto Musashi en el libro de los cinco anillos, ‘de una cosa, aprende diez mil cosas’. No necesitas esperar a la convención anual de la empresa para hablar en público. Puedes hacerlo en la próxima reunión de padres o de tu club de aeromodelismo. Puedes practicar al acento argentino que necesitas para aquel ‘casting’ cuando estés cogiendo el metro. Puedes emplear las técnicas de hipnosis conversaciones con cada dependiente o cada cajera. No esperes al momento en que el juez interior te esté gritando que no sirves para nada. Trabaja primero con red y quítala después.

 

El AUTÉNTICO SECRETO

Sin embargo y a guisa de regalo oculto, te cuento la mejor manera de aprender a domeñar a la bestia crítica interior. Es la herramienta que a mí mejor me ha servido y gracia a la cual puedo enfrentarme al escenario.

Apúntate a clases de teatro.

El teatro, dice una de mis profesoras, es higiene del alma. No sé si tendrá razón o no, pero desde luego aprenderás a dejar de escuchar a la bestia y descubrirás (como sabes por las tomas falsas de las películas) que cuando metes la pata no solo nada explota: también puedes reírte.

Y tú ¿cómo combates a tu juez interior?

Bibliografía recomendada:


Peak Performance, Richard Garfield, Warner Books.

Dinosaur training, Brooks D. Kubik, autoeditado.

Una nueva guía para una vida racional, Albert Ellis, editorial Obelisco.

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