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Un ejercicio para dormir
Yo he tenido siempre problemas para dormir. Hubo una época en la que por culpa de un desastre familiar, el suicidio de mi padre, mi sueño se trastocó para siempre. Parte de la culpa fue mía: me negaba a admitir que el día se aprovecha mejor madrugando, y tras años de acostarme tarde y levantarme indolentemente tarde, decidí cambiarlo. Puedo decirlo sin tapujos: la hipnosis me salvó de las pastillas.
Resulta que, mucho antes de comenzar a estudiar formalmente hipnosis ya había desarrollado varios trucos de visualización para poder conciliar el sueño. Mi experiencia en artes marciales me dio varias pistas, que luego tomaron forma cuando comencé a practicar meditación y más tarde hipnosis, tanto de espectáculo como terapéutica, que son, en esencia, una misma cosa. Déjame contarte uno de esos trucos.
Pero antes…
… déjame recordarte dos cosas. Uno, que esto no es brujería. Ningún ejercicio de hipnosis va a sustituir al elemento clave de la salud: dieta sana, agua y ejercicio. Y dos, por supuesto, si tienes un trastorno severo (episodios de ansiedad o brotes psicóticos) no te va a quedar más remedio que recurrir a ayuda profesional, pero no pienses que las pastillas son una solución mágica. Dale una oportunidad seria a todo este tipo de ejercicios y estilos de vida. ¿Más complicado? Por supuesto. Pero a la larga, sin lugar a dudas, más saludable. Y eficaz.
El camino del sueño
El ejercicio es muy sencillo, y será la puerta a ejercicios más complicados y eficaces. Una de las causas principales de la incapacidad para conciliar el sueño apropiadamente es la ansiedad. La mente consciente se preocupa, moviéndose constantemente entre el pasado y el futuro. Vamos a desprendernos de ello. La mente inconsciente, afortunadamente, no tiene ese problema: solo se preocupa del ahora. Todos los procesos que has automatizado (desde el latido de tu corazón a tu habilidad conductora) son controlados por ella. Así que vamos a emplear uno que ella maneja, y enfocarnos en el AHORA de ese proceso. Es la respiración.
Colócate boca arriba, con las manos en los costados, de forma que puedas realizar una respiración abdominal profunda. Si no sabes realizarla, simplemente respira profundamente, con la nariz y expulsa el aire con la boca. Con los ojos cerrados, vas a centrarte en la sensación que te provoca esa respiración. El movimiento del pecho, el aire entrando por las fosas nasales y llenando los pulmones, el diafragma dilatándose, el tacto de la sábana al moverse tu cuerpo con la respiración. Vas a realizar cuatro o cinco, y en cada una te fijarás en un detalle con más intensidad que los demás. Tal vez la entrada del aire, tal vez tus dedos deslizándose milímetros.
Tras la quinta respiración, sin abrir los ojos, comenzarás a visualizar. No trates de buscar. Simplemente, fíjate en los estímulos visuales que tienes con los ojos cerrados, y poco a poco deja que uno de ellos vaya formando una imagen. Esta imagen será de un paisaje. Yo, personalmente, dejo que se forme una imagen de mis propios pies, en un camino. En cuanto la tengo, comienzo a caminar, sin apartar la vista de mis pies y del camino, poco a poco, y voy levantando la vista en mi imaginación. A veces tengo que entrar en la visualización varias veces hasta que se estabiliza, pero ya me he relajado para entonces. Y también te ocurrirá a ti. Muy a menudo te sucederá que confundas esta visualización con el estado de sueño, o incluso que te provoques un sueño lúcido, uno de esos sueños en los que eres consciente de estar soñando. Si es así, un consejo: no te excites ni te relajes demasiado. En el primer caso, el estado de nervios volverá a despertarte, y en el segundo profundizarás en tu fase REM y perderás el control del sueño lúcido.
Ocurra lo que ocurra, y logres dormir o no en el primer paso del camino, estoy seguro de que estarás más relajado. Así comencé yo. Y te aseguro que en cierta época de mi vida, respirar relajado era todo un lujo que a duras penas lograba conseguir.
¿Me cuentas qué tal te ha ido en el camino?