Blog

Cómo y por qué un zapato borracho me enseñó a actuar en eventos corporativos

 

Cómo los comienzos difíciles fortalecen a los mentalistas e hipnotistas en eventos corporativos

Ahora todo está modulado: reels perfectos en Instagram, vídeos promocionales con luz perfecta, todos guapos y sonrientes. Pero a la vez, cientos de artistas cada noche en España salen a escena en pubs, discotecas y salas diminutas, a defender su forma de expresarse con públicos, a veces… demasiado difíciles. Como mentalista e hipnotista profesional, he aprendido que los comienzos difíciles no solo son inevitables, sino esenciales para forjar una presencia escénica auténtica y transformadora. Y, con el tiempo… a darles las gracias.

Los inicios en condiciones adversas

Mis primeros pasos en el mundo del mentalismo y la hipnosis no fueron en grandes teatros ni en eventos corporativos de alto nivel. Comencé actuando en bares, pubs y pequeños pueblos, enfrentando condiciones adversas: sin escenario, sin iluminación profesional, con ruido de fondo (o la charanga pasando por allí) y, a menudo, con una audiencia distraída o incluso hostil. Y con borrachos, claro.

Tomates no me han lanzado nunca. Pero sí un zapato, actuando en un pub de Extremadura y al grito de “cállate ya”. Tuve la suerte de que el resto de espectadores invitaron, no muy amablemente, al parroquiano a salir, pero ese zapato volador me enseñó mucho y muy a mi pesar. Por ejemplo a esquivar prendas de ropa cuando actúo. Pero también que tenía que haber hablado más claramente con el dueño del local y quizá haber hecho un rato de mentalismo de cerca para tantear al público y no empezar en frío antes de subirme al escenario. Y empecé a hacerlo desde entonces y así lo hago incluso en teatros o cuando actúo como mentalista eventos corporativos grandes. Mis contratos tiene, lógicamente, una cláusula sobre zapatos errantes aéreos.

Y si te lo estás preguntando, sí. Conservo ese zapato.

PUN.

Max Verdié durante una actuación de mentalismo e hipnosis en un evento corporativo, recibiendo una cálida ovación.

Lecciones que transforman

Darwin dijo que la experiencia es ese conocimiento que se adquiere justo después de haberlo necesitado. Es cierto que la habilidad de esquivar zapatos no es algo que suela practicarse mucho en caso, pero su adquisición y la de otras habilidades similares hoy son fundamentales en mis presentaciones en eventos corporativos:

  • Adaptabilidad: Aprendí a leer la sala y ajustar mi actuación en tiempo real. Porque el show lo hace el público, en un diálogo constante con el actuante. Ellos te escuchan a ti, pero tú debes escucharlos a ellos. Dicen mucho, sobre todo sus silencios.
  • Resiliencia: Desarrollé una piel gruesa (lógico, sufriendo impactos zapatillas) y la capacidad de mantener la calma bajo presión. Porque en escena y en cualquier trabajo las cosas van a explotar. Y cuando ya te ha explotado todo sueles estar más tranquilo bajo el bombardeo. Sobre todo porque las bombas nunca dejan de caer. Ni en el mejor escenario (literal o figurado) posible.
  • Conexión auténtica: Descubrí cómo conectar genuinamente con la audiencia, sin importar el entorno. Y esto implica que el trabajo no puede ser llegar, hacer y marcharse. La idea de realizar un rato de mentalismo de cerca a partir del pub del zapato me solucionó muchos problemas posteriores. Aprendí que la diferencia entre un espectador hostil y uno que manda callar a los que molestan a veces son diez minutos y una baraja. Es decir: escuchar.

Aplicando el aprendizaje en eventos corporativos

Estos comienzos difíciles fueron una escuela sincera y necesaria. Y aunque no fueron fáciles, estoy agradecido por cada público que me escuchó —o incluso a quien que no lo hizo del todo— porque sin ellos no habría aprendido lo que de verdad importa en escena: que somos dos, o doscientos: estás tú, claro, pero está el público. Que como cada ser vivo es diferente y único cual zapato impar. Hoy, cuando tengo el privilegio de actuar en eventos corporativos, llevo conmigo todas esas vivencias, no como medallas, sino como recordatorios. Recordatorios de que el verdadero crecimiento no ocurre en la comodidad, sino en la incomodidad compartida, en la entrega sincera, en la conexión humana. En ese momento íntimo de la apertura del telón (real o figurado) y de esa realidad, a la vez profunda e intangible del escenario.

Suena a lugar común y a charla barata motivacional, como cuando Pedro, mi maestro de Judo decía que se aprendía más Judo perdiendo que ganando (lo que me convierte en uno de los mayores expertos en Judo del panorama nacional).  Pero en ese aprendizaje estamos todos. Cada uno, en su ámbito, sabe lo que es empezar desde abajo. Por eso, cada actuación no es solo un espectáculo: es una forma de honrar ese camino que todos —de un modo u otro— recorremos.

“El que no vive para servir, no sirve para vivir.” — Lope de Vega

 

 

Entradas recientes