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Vístete de putita, corazón: carnaval, sexo, máscaras y estados alterados

Se acaba el carnaval y llega la cuaresma. Cuarenta días de sobriedad y recogimiento antes de pasión de Cristo. ¿Qué relación directa tiene esto con el desenfreno sexual y con la libertad que nos provocan los ratos que vivimos enmascarados?

´Vístete de putita, corazón,
vuélveme loco.´

– Joaquín Sabina, ´Ya eyaculé´, de ´Diario de un peatón´.

Seguro que muy a menudo has meditado en el poder que hay tras las máscaras. Desde Zeus al Asombroso Spiderman, de los grandes carnavales de la Venecia renacentista a los cuadriláteros mexicanos, el ser humano ha sentido la necesidad de cubrirse el rostro en la búsqueda de la libertad. La pasión desenfrenada siempre busca una ruta de escape. ¿Qué nos provoca exactamente una máscara? ¿Qué extraña reacción nos llena de poder cuando jugamos a ser quienes no somos? Déjame contarte tres fenómenos que ocurren en el corazón del alma del cerebro cuando nos convertimos en el portador del antifaz:

Un terrorista con el rostro oculto

Un terrorista con el rostro oculto

1) La exención de responsabilidad: uno de los fenómenos más habituales que suceden cuando nos cubrimos con el antifaz es, sencillamente, la libertad derivada de no ser responsables de nuestros actos. ¿Un estado alterado de consciencia? Pues claro. Y muy poderoso. Es tan notable que incluso la psicología básica del individuo es alterada. Curiosamente, la gente que interpreta un personaje (desde atracadores de bancos a actores de teatro clásico) estando enmascarado, manifiesta muchos menos marcadores de mentira (dilatación de pupilas, irrigación en orejas y mejillas, alteraciones del pulso) que en caso contrario. Incluso los polígrafos modernos son menos eficaces detectando marcadores en estos casos. Por eso a menudo vemos asombrados cómo guerrilleros y terroristas con el rostro cubierto realizan actos atroces. Incluso si no hubiese cámaras ni testigos, la poderosa protección de un delicado pedazo de tela es tan grande que esos mismos hombres despiadados no serían capaces de semejantes acciones con el rostro descubierto. H.G. Wells, el legendario escritor de fantasía científica de final del siglo XIX lo escribió magistralmente para la boca de Hauley Griffin, el personaje protagonista del perturbador relato ´El hombre invisible´. En esta novela, un científico se inocula a sí mismo el agente de la invisibilidad, liberándose de toda moral y ética a través de una máscara definitiva: un rostro invisible. La frase es devastadora. El dr. Griffin mira a su interlocutor y le dice: ´no te imaginas lo que eres capaz de hacer cuando no tienes que volver a mirarte en un espejo´.

Claude Rains como El hombre invisible en un fotograma del filme homónimo de 1933.

2) El yo diluido en la masa disfrazada: a todo esto hay que sumarle otro factor muy importante. El enmascarado medio no es el atracador de bancos, el terrorista o el justiciero. Es el hombre medio, correctamente socializado, que se disfraza para una fiesta instaurada por tradición. El ejemplo que os está viniendo a la mente es el carnaval, pero los bailes de máscaras de la Venecia renacentista, el año nuevo chino, ciertos festivales de la cosecha de la europa medieval y las reuniones del Ku-Klux-Klan siguen el mismo patrón. Ya hablamos hace tiempo de cómo el individuo se desdibuja en el colectivo. Al poder intrínseco de libertarte de tus responsabilidades se le añaden otros dos factores que definen nuestro estado mental durante el enmascaramiento: la aceptación tácita del grupo social que interactúa con nosotros (sea un país entero o el grupo de fanáticos de nuestro ejemplo) del acto del enmascaramiento en sí (la festividad del carnaval o el año nuevo, o la reunión clandestina en los casos que hemos citado) y, por supuesto, la amplificación de todas esas sensaciones y procesos cuando el individuo está rodeado de otros enmascarados. Por eso la fiesta es más divertida cuando todos vamos disfrazados, por eso los actos de los asesinos y los terroristas se vuelven aún más atroces cuando nadie muestra el rostro. De nuevo, nuestro cerebro roza la maravilla o se hunde en el abismo del horror. Dos máscaras de una misma moneda.

Vístete de putita, corazón.

3) Vístete de putita, corazón: sé que os habéis fijado. Ellos van de putas. Ellas, transforman sus disfraces en la versión erótica por muy disparatada que sea. Mujeres fatal de metro ochenta y pelo en el pecho a punto de abrirse la cabeza intentando andar con tacones al lado de monjas, vampiresas, demonias y enfermeras… bueno, como dicen los catálogos de disfraces, “sexys”. ¿Qué nos pasa en carnaval que nuestras pasiones reprimidas salen a la luz? El caso de la festividad de carnaval en europa es diferente al de otros momentos similares de la historia. ¿Cuál es la razón? No es complicado de deducir. En países principalmente cristianos y sobre todo en los católicos, el carnaval precede a la Cuaresma, una época en la que tradicionalmente se guardaban las formas y se intensificaba la observancia hacia los preceptos religiosos, a la espera de llegar a uno de los momentos más importantes del año litúrgico: La Semana Santa. Por eso se empleaban esos previos para dar rienda suelta a la laxitud moral. Todo esto, seamos religiosos o no, acaba formando un poso en nuestras sociedades a través de las generaciones. Pero… ¿por qué ellos exageran un rol femenino estereotípico y ellas realzan su sexualidad marcadamente femenina? Para averiguarlo, tenemos que mirarnos al espejo como sociedad, en busca de nuestros tabúes.

Los hombres, tradicionalmente, han tenido que desempeñar un papel generalmente más carente de expresiones emocionales que las mujeres. Todos hemos sufrido aquella extraña reprimenda de “los hombres no lloran”. Independientemente de que el cerebro del hombre y el de la mujer procesan la información emocional de manera diferente, no es cierto que sea sano en absoluto no expresar en forma alguna esas emociones. Además, recordemos que la homosexualidad masculina siempre ha sido mucho más perseguida y cuestionada que la femenina en la sociedad occidental, con su consiguiente efecto rebote: tengas o no ganas de hacer algo, las prohibiciones siempre crean cierto estrés emocional. Por supuesto, que te hayas disfrazado de mujer no quiere decir que seas homosexual. Solo eres un ser humano ejerciendo legítimamente su derecho a expresar sensibilidad. La exageración de ese rol estereotípico permite la liberación de todos estos tabúes, con el consiguiente alivio de estrés emocional.

Las mujeres, sin embargo, también exacerban marcadores femeninos. Escotes de escándalo y cortísimos hábitos de monja, son simplemente marcadores de una sexualidad más libre de lo habitual. De nuevo, la causa se encuentra en nuestros tabúes como sociedad. La expresión libre de la sexualidad femenina siempre ha estado mucho más reprimida en el mundo occidental que la masculina. Cierto es que en los países latinos es menos acusado que en el norte de europa, pero también es cierto que esos países son predominantemente católicos, creando la consiguiente inercia social. Si bien un hombre podía presumir de sus conquistas y ser alabado por sus comparsas, una mujer no se encontraba, ni se encuentra aún, en esa posición tan libre. Por eso, por mucho que los atrevidos uniformes de enfermera nos alegren la vista, cumplen una función que considero mucho más importante en estos días: la conquista de la expresión de la sexualidad que legítimamente les pertenece.

Bibliografía:

BANYAN, Calvin D. y KEIN, Gerald F., Hypnosis and hypnotherapy, Abbot Publishing House, 2001.

PERSICO, Lucrecia, Guía de la inteligencia emocional, Editorial LIBSA, 2012.

WELLS, Herbert George, The invisible man, Stellar Classic Editions, 1990.

 

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