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¿Eres un mentiroso? 3 errores de Mariano para que no te pillen

Ye hablé aquí hace tiempo sobre mentiras y comunicación no-verbal. Pero en plena operación salida, el presidente del gobierno de España comparece ante el Congreso (cerrado por obras, así que se hace en el Senado) para dar explicaciones  sobre el escabroso asunto de la financiación ilegal del Partido Popular. Las cinco horas de comparecencia darían para cien veces más tiempo de análisis sobre comunicación, tanto verbal, como no verbal. O desde cualquier otra perspectiva de la comunicación. No quiero aburrirte, que estamos en verano, y ya habrás visto o leído sesudos análisis sobre el debate en decenas de medios. Vamos a lo sencillo.

¿Qué errores garrafales ha cometido don Mariano que le restan total credibilidad ante la audiencia? Si he de ser justo, todos ellos han sido cometidos por decenas de políticos antes del pasado día 1. De todas las formas y colores. Déjame contarte solo tres, dos de ellos lamentablemente recurrentes. Tres cosas que debes evitar como la peste si no quieres que alguien de tu audiencia empiece a creer que lo que estás diciendo no es la verdad.

1) Mirar solo el papel: este error de principiante, inexcusable en un orador supuestamente experimentado es por desgracia asombrosamente común. Es un terrible marcador de inseguridad. La propia actitud corporal es delatora. Los hombros se encogen, el pecho desciende, la cabeza baja y las piernas se flexiones levemente. Por desgracia, todo ese conjunto de marcadores de inseguridad son casi idénticos a marcadores de culpa. Por eso, en situaciones tan delicadas como la que enfrentaba ayer don Mariano no son, ni mucho menos una estrategia inteligente. ¿Por qué ocurre esto? El cuerpo humano, en situaciones de tensión y estados alterados de consciencia, nos revela mucho sobre nuestro origen biológico. El organismo lo único que busca es protección. Por eso, la contracción abdominal recoloca todo el cuerpo, en una postura que intenta proteger las partes delicadas (el rostro, los órganos internos) del ataque del agresor. El sistema nervioso que provoca esto, por desgracia, no tiene noticia de que aquello que enfrentamos no es un terrible depredador, sino la propia culpa o una audiencia peligrosa. ¿Recuerdas que cuando mamá te echaba la bronca te ocurría la mismo? Estoy seguro de que si nos hubiesen dejado mirarle las piernas al presidente bajo aquella tarima, hubiésemos visto cómo tensaba muslos y glúteos y giraba los pies levemente hacia dentro. Un gesto común en muchos primates macho, y un atavismo de la protección de una de nuestras más sensibles zonas.

Algo está buscando y no lo encuentra.

2) Nunca mirar a la audiencia: un error derivado del anterior, que tiene un efecto rebote añadido. La audiencia que no se siente partícipe de un debate, rápidamente desconecta. No es cosa de mala educación, es simplemente una forma que tiene el cerebro de evitar gastar energía en una tarea que juzga irrelevante. Pero lleva un efecto parejo. En alguien enfrentado a una situación similar a la del presidente, el interlocutor entenderá que la ruptura del contacto visual es un marcador de mentira, especialmente si miras arriba a la izquierda. Este gesto, conocido por los practicantes de Programación Neurolingüística nos revela que intentas acceder a la parte de tu cerebro responsable de la creatividad, allí donde se forman las mentiras. Por eso alguien escondido tras un papel nos resulta tan sospechoso, y por eso papá no decía que le mirásemos a los ojos cuando tenía que echarnos las bronca. El ejemplo en el extremo contrario lo vimos en el señor Rubalcaba: solo dirigía la mirada a Rajoy, tratando de personalizar un debate y dirigir toda la atención (y por tanto, todo el proceso de información) sobre una sola persona. Traidor y aburrido. Esto es lo que parecerás si rehuyes la mirada de la audiencia.

3) Nunca responder a lo que te preguntan: uno de los marcadores de mentira más habituales es la incongruencia en el discurso. Por eso los interrogatorios policiales son tan largos. Una de las cosas que buscan es que digas incoherencias sobre lo inventado, lo cual es, obviamente, menos vívido en tu memoria que lo vivido realmente (salvo que estés en un estado alterado de consciencia, pero ya hablaremos de eso otro día). La coherencia en el discurso también es intertextual. Es decir, los errores en la misma se mantienen aunque haya varios hablantes. Una de las formas más habituales de hacerlo es no responder directamente a aquello que alguien te ha preguntado, sobre todo si esa actitud era diferente en ocasiones anteriores. Por eso, de nuevo, los interrogatorios policiales (y los maternales) comienzan con preguntas que el interrogador sabe objetivamente ciertas: fechas, nombres, lugares. Eso permitirá contrastar su patrón de respuestas con el que muestre en el momento de la pregunta peligrosa. No solo la incoherencia es detectada, recuerda que los tiempos de respuesta son igualmente importantes. El tiempo que dediques a no contestar, o empleando muletillas o apoyaturas verbales será interpretado por tu audiencia como tiempo gastado en crear la información y no en acceder a ella. Si vas a mentir, mira a los ojos, responde rápido y no olvides lo que acabas de decir. O tendrás, como hemos visto últimamente, que desdecirte con desagradable frecuencia.

BIBLIOGRAFÍA:

ECKMAN, P., El rostro de las emociones, Editorial RBA, 2012

PEASE, A., El lenguaje del cuerpo, Ed. Paidós, 1996.

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