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De la virgen de Lourdes a Maradona: éxtasis místico y fanáticos del fútbol

¿Te has sorprendido riéndote alguna vez de los fanáticos religiosos que lloran como Magdalenas al rozar una virgen en Semana Santa? Lágrimas, castigos físicos, sujetos víctima de la masa y un estado de sugestionabilidad mucho mayor que el que se logra en los espectáculos de hipnosis. A lo mejor nos resultaría menos chocante esa situación si nos diéramos cuenta de que en realidad es mucho más común de lo que parece. Todos esos marcadores del estado de trance que acabas de leer también nos ocurren durante un partido de fútbol o un concierto multitudinario. Y este fenómeno no es precisamente nuevo.

Breve historia del trance

La historia de la mente humana está íntimamente ligada a la espiritualidad. Por tanto, no es de extrañar que los primeros fenómenos hipnóticos de los que tenemos constancia estén entremezclados con folclore, misticismo y religión. Los primeros prototipos del estado de trance podemos verlos en las prácticas medicinales tradicionales, donde se curaba a pacientes mediante complicados rituales, bailes agotadores, música rítmica y un sinfín de características que, curiosamente, potencian los estados de trance así como la sugestión. Obviamente, el empleo de sustancias narcóticas amplifica todo esto, tanto en los antiguos chamanes como en sus pacientes. No solo podemos hablar de hipnosis sobre otros, sino que si leemos entre líneas a través de la historia podremos ver una gran retahíla de estados de autohipnosis.

Si bien las manifestaciones religiosas y espirituales son el ejemplo más obvio, podemos encontrar ejemplos de todo esto en otros momentos y lugares. Fred Anton Mesmer, de quien devino el término ´mesmerismo´ fue autor de cientos de curaciones milagrosas en el París del final de 1700 empleando lo que el llamaba ´magnetismo animal´. Pacientes de histeria, insomnes, epilépticos, reumáticos, todos eran tratados con sus pintorescos métodos, una cubeta metálica llena de agua con imanes y limaduras de hierro, a veces incluso árboles magnetizados. Muchos de sus coetáneos, entre ellos Benjamin Franklin, eran sin embargo escépticos, atribuyendo dichas curaciones al estado de sugestión, la cual activaba ciertos mecanismos de autocuración desconocidos entonces.

Fred-Anton Mesmer, el ´magnetizador´.

Hoy en día asistimos maravillados a veces y horrorizados otras cuando vemos cómo el individuo es absorbido por la masa. Ya hablé hace tiempo del valiente hombre de Tian´nanmen, y otros ejemplos, pero seguro que has escuchado muchos más. Suicidios colectivos de miembros de sectas o masacres entre etnias a golpe de machete. Parece que los estados alterados de consciencia son moneda de cambio común en las situaciones extraordinarias.

¿Qué es el estado de trance?

Vamos a quitarle hierro al asunto: como has leído anteriormente, cualquier estado de atención enfocada puede considerarse estado de trance. Los procesos cognitivos básicos del individuo se deforman para adecuarse a los deseos de la masa. En realidad, este proceso es completamente normal, e incluso necesario para la socialización. Después de todo a ninguno nos gusta que entre gente berreando cuando estamos en un museo. Los estados alterados de consciencia son más habituales de lo que pensamos: cada orgasmo que tenemos, cada vez que vemos una película y lloramos o cada vez que leemos un libro y nos quedamos funcionalmente sordos por estar muy concentrados. Algo que es común a todos los estados de trance, a todos los estados alterados de consciencia es que parte de la información que procesamos se magnifica y parte es apenas percibida. Por eso, en el ejemplo del libro, eres capaz de visualizar al detalle la escena que te cuentan un conjunto de letras, mientras que no procesas tu propio nombre cuando alguien te llama desde la cocina. Todo esto ocurre también en los estados alterados que tienen que ver con la identidad de grupo.

No tengas miedo: no se trata de brujería. Simplemente, los momentos altamente emocionales vividos en grupo favorecen la caída de todo tipo de inhibiciones. El mecanismo que permite a los miembros de una etnia masacrar sin contemplaciones a machetazos a los miembros de la etnia enemiga y no tener el menor remordimiento es el mismo que permite que las personas más reservadas den y reciban un reconfortante abrazo en un emotivo funeral. Una vez más, dos caras de la moneda que es el ser humano.

Goles, saetas y lanzamiento de bragas

Como ves, el estado de amplia sugestionabilidad en que se encuentra tu cabeza cuando estás en la grada de un estadio, con los treinta amigos de tu peña deportiva, un par de cervezas, la cara pintada y ruido de vuvuzelas es funcionalmente idéntico al de la señora que llora al rozar el manto de una virgen en la Semana Santa de Sevilla mientras oye una saeta cantada con voz quebrada desde un balcón. Pero no solo eso. En tu cabeza se desencadenan los mismos procesos y mecanismos que en la de los pacientes de los chamanes americanos de hace mil quinientos años, o en los oráculos de los templos de la Grecia clásica. Obviamente, un componente fundamental son las expectativas. La composición de lugar que construyes subjetivamente sobre lo que va a pasar. Igual que los histéricos tratados por Mesmer eran curados por su propio sistema nervioso convencido de los poderes del famoso magnetista, los masacradores heridos en Uganda no eran conscientes de las heridas que recibían durante la propia masacre, siendo ajenos al dolor que heridas semejantes les provocarían en condiciones normales.

Multitud en histeria colectiva durante un concierto de Alice Cooper

Como hemos dicho, los estados de trance provocan un proceso optimizado de parte de la información que llega al cerebro, reduciendo drásticamente el proceso de otra parte. Las inhibiciones a menudo son la primera víctima, por eso hay atrevidos lanzamientos de ropa interior en los conciertos de las superestrellas del rock. Cuando este  trance es grupal (ese partido, esa procesión, ese ritual, ese concierto), la información que suele ser optimizada es toda la que llega externa al sujeto, al revés que en los estados de trance individual (un orgasmo, la meditación o un espectáculo de hipnosis), en los cuales la propiocepción se ve tremendamente estimulada hasta el punto de que algunos monjes orientales y muchos yoguis son capaces de alterar la temperatura de partes aisladas de su mano o reducir los latidos del corazón a un ritmo menor que el los mejores corredores de maratón. Proezas quizá menos vistosas que sesenta hooligans cargando o el llanto de un gran grupo de personas al pasar una talla renacentista junto a ellos, pero igualmente asombrosos.

El éxtasis místico, además, juega con ventaja en todo esto. Como hemos dicho, en cualquier estado hipnótico es muy importante la expectativa. Cuando acudes a un espectáculo de hipnosis, tú creas una composición de lugar basada en tu experiencia previa, tu cultura y tus deseos. Igual que cuando ves una película emocionante y rompes a llorar pese a saber que nada es real. Si las expectativas que colocas sobre un artista o un montón de unos y ceros en un DVD son capaces de hacerte llorar o de provocarte alucinaciones, ¿qué no es posible cuando colocas a los dioses de por medio?

Llanto y éxtasis místico

Exactamente igual que cuando estás convencido de que tu equipo es el mejor del mundo. El poder supremo de la sugestión esta semana en nuestras calles. No lo trates como a un extraño: habitualmente visita los televisores los domingos, y lleva con nosotros desde que el primer chamán ayudo a alguien a sentirse mejor, entre tambores, bailes y humo.

Así que la próxima vez que huelas incienso en Semana Santa, piensa en los cinco mil años de historia que tiene la hipnosis, y en el increíble viaje que aún le queda a la mente humana.

BIBLIOGRAFÍA:

ARMENGOL, Dr. J. A., Hipnotismo moderno, EDIMAT Libros, 2004.

VITEBSKY, P., Los chamanes, TASCHEN, 2001

 

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