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Anotando el Corinda – 5 claves del mentalismo

Es el primer texto de mi reflexión de 13 meses sobre 13 escalones. Pronto en PDF.

¿Qué es El Corinda? Anotando los 13 escalones del Mentalismo

Si estás leyendo esto, ya sabes quién es este caballero.

En primer lugar, fíjate en una cosa. A este libro no se lo llama por su título. Sino por el nombre de su autor. En muchas artes, la magia incluida, este curioso honor se reserva a obras tan importantes que han adquirido nombre propio. Si estás leyendo esto y eres mago, seguramente sabrás de qué hablo si te digo ´el Kaplan´. Si practicas cualquier otro arte, estoy seguro de que podrás encontrar ejemplos muy fácilmente.

¿Por qué pasa esto?

Es muy sencillo. Esto pasa porque la obra adopta tal entidad propia que autor y obra se funden en uno. El punto de vista, la opinión, la perspectiva que aporta el creador se vuelve tan importante que trascienden títulos. Que cimentan las bases del arte del que hablan, a través de su técnica o su filosofía. Dos facetas que en los grandes artistas siempre se acaban fundiendo, y más en las artes que viven sometidas al implacable juicio del impacto en el espectador, como le ocurre a este arte del ilusionismo, en cualquiera de sus ramas.

Sé (mi amigo Chistian, profesor y amante de la Historia insiste mucho en ello) que citar a un libro por el nombre que ha obtenido y no por el de publicación es un grave error bibliográfico. Pero a diferencia de mi enamorado amigo, yo no soy un hombre de ciencia, sino uno del espectáculo. Así que permíteme ser esclavo de mis sentimientos y memoria a lo largo de estas notas. Déjame llamar por su nombre propio a este, desde hace trece años, extraño compañero de viaje.

Y, como ilusionista, romperé el código que nos impide revelar nuestros secretos para revelarte un truco y explicarte por qué te estoy engañando: no voy a hablarte del Corinda aquí. Lo haré en el siguiente artículo.

Y lo haré porque no puedo decirte qué es el Corinda sin antes ponerme a pensar QUÉ es el mentalismo. Intentaré hacerlo en cinco claves. Aunque (y esto es una predicción) estoy seguro de que ya las adivinado:

1) El mentalismo es un estado mental: y creo que a poco que reflexionemos, es lo más obvio. Es un estado mental del actuante y es un estado mental del espectador. Lo es del actuante porque el mero hecho de acometer un acto (de la duración que sea, cinco minutos después de clase o dos horas en un teatro) de mentalismo ya provoca una disposición especial en la mente de quien actúa. Observa cómo el mismo artista no enfoca igual el mismo efecto si lo presenta como mago o si lo presenta como mentalista. Él mismo se percibe diferente y percibe diferente a su personaje. No abundaré demasiado en el tema de la presentación, porque es el decimotercer escalón: tendrás que esperar 12 meses, pero prometo que la espera valdrá la pena. Sobre por qué lo es del espectador te hablaré en el punto cuatro.

2) El mentalismo es (o no) una rama del ilusionismo: la postura tradicional en la mal llamada comunidad mágica es que el mentalismo es simplemente una rama (y por tanto, más pequeña que el árbol) de todo el arte del ilusionismo. De hecho, en los congresos nacionales ¡también se compite en la especialidad de mentalismo! De hecho, muchos emplean esa palabra clave: especialidad. Porque piensan sinceramente que son magos ilusionista especializados en esa rama concreta, como el que pudiera estar especializado en otra: magia con monedas o infantil.

El maestro René Lavand.

Déjame aclarar algo: a mí me encanta la magia. Como algunos saben, y ya he dicho públicamente, detesto, eso sí, bastante la cartomagia. Sin embargo, mi mago favorito es René Lavand. Amo la magia (el ilusionismo no mental), sobre todo cuando la ejecuta un artista competente. Pocas experiencias hay en la vida que igualen la genuina percepción de lo imposible. Pero yo creo que históricamente, la magia ilusionista y el mentalismo tienen un origen diferente y un objetivo diferente. Entre otras cosas, por eso opino que…

 3) El mentalismo es un arte completo en sí mismo: y considero, como muchos otros, que lo es por la sencilla razón de que es un fin en sí mismo, sin más añadiduras. Pero sobre todo lo considero porque (y esto es lo que te prometí en el punto número uno) el espectador lo percibe de manera diferente. Su experiencia estética es diferente a la que obtienen cuando asisten a un espectáculo de ilusionismo tradicional y muchos (sobre todo en una buena actuación) ni por asomo lo relacionarían entre sí. La Historia (y espero que Christian me perdone por tontear tanto con su amante) también discurre por este río: el ilusionismo viene de la magia itinerante de la Edad Media y el ilusionismo de salón de los siglos XVIII y XIX y el mentalismo surgió a través de la brujería medieval y de las trampas espiritistas del siglo XIX.

Claro que se retroalimentan entre sí: han sido hermanas durante toda su vida. Hay flujo de técnica y conocimiento en cualquiera de sus manifestaciones, pero… ¿no lo hay entre el cine y el teatro? Déjate pensar: ¿tu experiencia estética es la misma viendo actores en cine que en teatro?

 4) El mentalismo es un arte: y por eso, como te he dicho arriba, es un fin en sí mismo, y no necesita de nada más (aunque le venga bien). Pero como dijo Joaquín Sabina, una buena canción se compone de tres cosas: una buena letra, una buena música… y algo más.

Mucho me temo que el mentalismo no cabe en un laboratorio y que no se puede medir ni mensurar con objetividad, como cualquier otro arte. Yo creo firmemente en ese ´algo más´ que Sabina quiere ver. Con esto no te hablo de espíritus. Te hablo de que, como en todas las artes, antes de llegar a ese ´más´ que lo convierta en arte, has de pasar por tu etapa de artesano. Es decir: un completo y amplio conocimiento de la técnica.

Hasta el siglo XIX no se diferenciaba artista de artesano, y ninguno de los términos era considerado inferior. Cuando accedías a un gremio como aprendiz, lo primero que hacías era ayudar a todos los oficiales posibles, cada uno en su especialidad, para que conocieras todo el bagaje técnico del arte que habías escogido. Date una oportunidad: trabaja la técnica hasta que esta sea parte de ti, tanto física como mentalmente. Tanto la digital (que por poca en el mentalismo, es inexcusable) como la psicológica. Y cuando dudes, como cualquier artista, pintor, músico o esgrimista, vuelve a la base de la técnica. En ella suele estar la respuesta. Espero seguir de acuerdo con esto si algún día domino de verdad la técnica.

5)El mentalismo es ESPECTÁCULO: y con esto me refiero a dos cosas. La primera, que hagas lo que hagas, tanto si solo empleas una baraja y técnicas de cartomagia elemental en tu espectáculo, como si eres un genuino lector del pensamiento, no olvides NUNCA que un espectáculo tiene que ser ESPECTACULAR. En un taller sobre este tema con un gran mentalista del panorama nacional, él me dijo que no entendía a los ilusionistas que se contentaban con el aplauso. Él decía que nuestro estándar debería ser el desmayo. Que el impacto de lo imposible sea tan potente que nuestros espectadores no puedan ni hablar.

Y lo segundo a lo que me refiero es el famoso debate sobre si un mentalista debe fingir tener o no poderes. Debate que no se ha superado, pese a que algunos lo crean. Si adivinas lo que está pensando un espectador porque empleas una baraja trucada y le dices que lo haces por comunicación no verbal, es tan mentira, objetivamente, que el decirle que hiciste un pacto con el demonio. Yo tengo mi postura a este respecto muy clara, y si me has visto actuar seguro que la conoces. Pero seré muy claro: la única persona con la que debes ser honesto sobre este particular, eres tú mismo. Como mentalista, tienes en tus manos el potencial para crear un espectáculo cuyos asistentes rememorarán el resto de sus vidas. Para lo que emplees ese poder, en última instancia, solo dependerá de ti, de quién seas, de quién quieras ser y de dónde quieras llegar. Piensa en ese lugar al que desees llegar y empieza a dar los pasos que te lleven allí.

No te detengas nunca ni mires atrás jamás. Pero detente de vez en cuando a charlar con los compañeros de viaje.

Y si ves a Corinda, dale las gracias de mi parte.

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